Dedicatoria :

Estas humildes palabras no podrán ser vistas. Este cofre cerrado con mi candado, solo podrá agrietarse con tu mirada, solo podrá ser entendido por tu alma. Ni siquiera mi ser. Nunca nadie podrá perforar mi corazón como tú lo hiciste. Con esas dulces manos llenas de miel y con toda tu inmensa pasión, y con toda tu inmensa pasión.

 

Carta I

Empezaré recordando aquel día, el día en que me conociste. El día en que Adán se enamoró perdidamente de Eva, ¿puedes imaginar lo que sintió Adán al conocer por primera vez a su único complemento?, es decir ella fue la primera mujer en toda la faz de la tierra. La perfecta dama para él. Una creación hecha para él. Esta dicha no ha sido sentida nuevamente por ningún hombre durante siglos, al menos no hasta ahora.

Recuerdo muy bien como me conociste. Tú te hallabas ahí, en aquel asiento al lado mío, yo, sin darme cuenta de tu presencia; estaba de pie, pensando en algo que ni siquiera puedo recordar ahora.

Entonces te levantaste, y como si se tratase de un relámpago que aterriza, me partí en dos. Tú, me acariciaste el rostro, con esas manos tuyas. Se sintió como un viento cálido que de a pocos me iba adormeciendo y arrullando.

Este mismo relámpago partió en dos a un hombre hace siglos de siglos atrás. Adán no pudo haber descrito de mejor forma aquella mirada, aquella que también recibió; aquella que le fue concedida.

Bienaventurados los hombres que reciban tus miradas, porque de esas sus corazones se tornarán más grandes. Aunque desdichados también lo serán, ya que nunca podrán conseguir ni en este ni en otro mundo algo singular, algo tan perfecto.

Te miré tan fijamente, de seguro intensamente también a los ojos. Y como si se tratase de aquella escena en el circo de la película “Big Fish” de Tim Burton, el tiempo se detuvo, el mundo dejó de girar. Cupido no pudo haber realizado mejor trabajo, sólo que esta vez le atinó a uno de los dos y nunca terminó su gran proyecto, que parecía tener grandes expectativas y ambiciones. Puras artimañas.

Todos sabemos cuál es el trabajo de Cupido, se encarga de “flechar corazones”. Pero nunca nadie nos ha contado que este pequeño ingenuo desconoce todo sobre la justicia de las almas. Visto de cierta manera, él es incluso tan cruel como cualquiera de nosotros. Tan imperfecto como nosotros. Olvidando terminar aquel trabajo que juró realizar. Aquella labor por la que todos sufrimos.

Si hubiese tenido el conocimiento del incompleto trabajo de Cupido, habría aprovechado aquel momento en el que la tierra se detuvo, para reflexionar y así poder evitar tantas complicaciones existenciales.

Claro que no me arrepiento de nada. No me arrepiento de haber compartido un tiempo contigo, aun que la mayor parte de estas vivencias hallan sido decepcionantes. Es solo que hubiese sido mejor si el final de esta historia terminara como algún cuento soñado por Dante Alighieri.

¿Recuerdas cuándo me preguntaste por mi estado?, según tú yo estaba pálido como una nube; aun que yo no lo había notado. Solo pensaba en la perfección de tus acciones y de tus emociones.

Parados ambos en un salón de primer ciclo. Quién pudiese haber imaginado que aquel día a las 12:55 de la tarde, conocería a mi Dulcinea del Toboso.

Luego de tal maravilloso acontecimiento humano, no dudé en preguntarte si podía acompañarte, si podrías concederme el maravilloso privilegio de poder observarte cada vez que podía. A pesar de cómo me habías tratado aún existía la remota posibilidad de que negaras mi desesperada petición.

Aun que solo era una distante posibilidad, ya que desde que iniciaron las clases tú nunca te habías sentado con alguien del salón hasta entonces.

Siempre que recuerdo este acontecimiento me pregunto, y la verdad  es que me gustaría preguntarte alguna vez lo siguiente: ¿Aquella vez te acercaste a mi con sólo la intención de querer alguien de compañero?, con voz temblorosa. Así imagino mi guión.

Ciertamente espero algún día recordar esto contigo, porque siéndote sincero, no puedo aceptar ni creer que tú sólo hallas querido charlar con alguien una tarde cualquiera antes de clases.

Al fin y al cabo, accediste en aquel momento a mi compañía. Yo disimulaba mi interés y manejaba cuidadosamente mi sencillez y mi tranquilidad. A veces imagino otro inicio para esta desdichada historia. Como cuando imagino que nunca me detuve en tu asiento para meditar, también imagino una historia en la que Cupido nunca me atinó el flechazo, pero que por la pequeña distancia, le dió a ella. La mejor historia es cuando imagino a Cupido flechándonos a los dos.

A veces imagino algo tan trágico como cuando sueño que un gran terremoto nos interrumpe el glorioso instante. Entonces yo la ayudo a escapar cubriéndola de todos los escombros que caen. Y cuando ya estamos apunto de escapar, una gran pared se precipita hacia nosotros, yo reacciono como un completo spider-man y la empujo hacia a una zona segura. Mi vida a cambio de la suya. Todo un héroe para que así, siquiera, ella me recuerde siempre.
Sí, mucha ficción existe en mi cabeza, ya me lo han dicho antes.

Pero la cruda verdad es que no podrá existir algo tan perfecto como lo que realmente sucedió. Sucedió como tuvo que suceder.

Así fue como te empecé a conocer y a adorar. Así fue como me enamoré por primera vez. De esta manera termino con mi primera carta. Espero que me entiendas y no me desprecies. Aquí estoy yo, con toda la mutilación que recibí por tu parte. Aquí estoy y sigo en pie.

Por siempre seré, tu demente enamorado; por siempre serás, mi amor desinteresado.