Desde entonces me dediqué a visitar más continuamente a la familia de la joven Aida y cada noche enviaba uno de mis ayudantes a que resguarde el domicilio. Luego de lo sucedido el padre de Vilkas me tomó por buen hombre y me confió su amistad, agradeciendo de ese modo. Kodlak era su nombre y demostró ser un hombre de bien, cómo lo había sospechado desde un inicio. Me contó la historia de su familia, que había sido asesinada por soldados como los que trataron de destruir lo que aún le quedaba. Yo le di mi palabra que protegería a su familia hasta donde pueda llegar mi poder como sacerdote.

Al cabo de un mes sucedió lo inesperado. Temía por la familia de Kodlak lo que podría ocurrir por tratar de defenderla como si fuera la mía misma. Un día me llegó una carta en donde se me daban órdenes específicas de mandar a asesinar a Kodlak, Aida y Vilkas.

Entre en un estado de desesperación y un frío sudor recorría mi cuerpo al terminar de leer las razones de la orden. A Aida se le acusaba de hechicería, por salvar a Lican con algún tipo de esoterismo prohibido por Talos. El pánico invadió mi alma y por unos minutos dudé de la veracidad de la carta, pero mi mente dudo de Aida misma. Yo quedé profundamente dormido en el momento en el que ella curó a Vigilancia, no tenía pruebas y no sabía exactamente lo que sucedió en ese instante. El responsable del caso era yo, y era obligación mía terminar con lo que empecé según la orden.

Una gran sensación de responsabilidad pasaba mi alma y entonces ideas merodeaban en mi mente. Hasta que encontré la salida a este embrollo. Esperé la noche y mandé a dos de mis ayudantes a proteger el domicilio de Kodlak. Luego salí a escondidas, con tres bolsas grandes, con dos de mis más fieles seguidores y encapuchados todos abandonamos mi casa disimuladamente. Deje a Lican porque no quería que esté involucrado en estos asuntos y no quería ser reconocido por nadie en las afueras.

Cogimos una carroza y nos dirigimos por las calles hacía un lugar muy lejano de aquella gran ciudad. Llegamos hasta donde ya no habían muchas casas y pocos pobladores. Esperamos escondidos entre los matorrales del lugar a que las personas ingresen en sus domicilios y de pronto escuché el llanto de un bebé en una de las casas.

Aguardamos entonces como les dije a mis seguidores a que se durmieran todos. Y antes de cometer mi depravada acción les dije a mis compañeros: ¿Ustedes me seguirían hasta el averno? a lo que ellos contestaron, – por ti mi señor, hasta el mismo averno-. Entonces en voz alta y temblorosa dije – Que Talos nos perdone-.

Ingresamos sigilosamente a la residencia en donde escuchamos el llanto, No despertamos a ninguno de los habitantes, y sin más remedio y con el dolor de mi remordimiento, llevamos acabo el asesinato. Con mucho éxito culminamos el gran crimen, pero ocurrió la posibilidad que temía que sucediera. En aquel hogar se encontraban cuatro personas.

Los padres y dos niños, lo que dificultó la labor que teníamos. Pero de igual manera continuamos con el macabro objetivo. Llevamos los cuerpos hasta mi domicilio, luego recogimos a Kodlak y Aida, quienes se sorprendieron al verme a esa hora de la noche y aún más con el rostro pálido que tenía. Les expliqué rápidamente que se encontraban en peligro de muerte y que deberían viajar a otro lado.

Kodlak intentó calmarme pero les ordené que empacaran y guardaran sus cosas para el viaje. Al verme en tal desesperación ellos obedecieron, mis dos ayudantes que se encontraban en la casa se quedaron pasmados al verme también, pero les ordené que ayudaran a guardar las cosas. Yo esperé afuera con los otros dos asistentes.

Una vez salió Kodlak y su familia les pregunté si conocían un lugar lejos de aquí en donde nunca nadie los podría encontrar. Kodlak afirmó que conocía uno y que me guiaría por donde es. Así fue como rápidamente cabalgué la carroza hasta donde Kodlak me dirigía y llegamos a un río en donde había un pequeño puente por donde la carroza no podría pasar.

Bajamos todos del vehículo y Kodlak dijo, – aquí termina el camino con carroza, nosotros caminaremos a partir de ahora. Gracias por todo lo que has hecho por nosotros, nunca olvidaré tu gran amistad Loktar-. Ambos me abrazaron y no pude contener las lágrimas de saber que al menos algo vil pude evitar en aquellos a quienes no lo merecían. Les di las gracias a ellos también y me quedé a verlos hasta que sus siluetas desaparecieron en el horizonte.

JUNGLA