… Yo cedí y respondiendo con el mismo lenguaje le entregué a mi can, al quien ella con mi ayuda recostó en la cálida tierra. Una vez que se encontró en el terreno, la mujer con delicadeza y paciencia procedió a darle de beber ese extraño mejunje, el cuál hizo alejar a mi can de los brazos de Morfeo. Con gran alivio pude respirar profundo y darle las gracias a la señora, aunque nada de lo que pronuncié ella entendió. Pero con gestos y expresiones logré comunicarme con ella. Lican pudo despertar y en forma de gratitud di mi bendición a la salvadora.

Luego del suceso, algunos compatriotas procuraron escoltarme a mi residencia, sin embargo les negué la cordialidad y en cambio les contesté que podría llegar al lugar por mis propios medios. Además me encontraba bien resguardado con mis ayudantes. El diálogo con mis compatriotas no llegó a tornarse complicado, a pesar de que insistieron en llevarme a mi domicilio. Mientras eso sucedía, la dama aún se encontraba asistiendo a mi mascota.

De pronto ella me indicó que debería seguirla con mi can, entendí entonces que deseaba llevarlo a otro lado para conseguir reponerlo del todo. Yo y mis hombres accedimos y seguimos a la joven madre hasta su morada. Dicho sea de paso, el camino fue algo corto pero yo y mis seguidores quedamos sorprendidos por los edificios construidos. A pesar de su rústica y ordinaria forma de construcción, se apreciaba que existía mucha preparación y un gran avance en cuanto a estructuras se refiere.

Rápidamente eso olvidé cuando entramos en la residencia de la señora y se apreció una escena incómoda, donde se encontraba ella discutiendo con su conviviente mientras el bebé llorando estaba. Claramente se notó que el señor de la casa no se encontraba agusto con nuestra sorpresiva visita. Estuve a punto de desalojar el lugar con Lican en brazos aún, porque este todavía no podía dar pasos, hasta que ella me retuvo del brazo y me invitó a recostar en una mesa a mi enfermo amigo.

Luego trajo de alguna habitación ciertos ungüentos y pócimas, estaba seguro que pediría mi asistencia o la de mis hombres. Pero en vez de eso ofreció sentarnos en sus sillas a esperar. Traté de mantenerme despierto, aunque al cabo de una hora quedé profundamente dormido. La travesía había agotado mis fuerzas y las de mis acompañantes.

Despertamos todos casi simultáneamente por el sol y la fría brisa del mar por la mañana. Me percaté que Lican no se encontraba en la mesa y en ninguna parte de la habitación en donde nos encontrabamos. Mi preocupación aumentó gradualmente con el tiempo, lo llame por su nombre, con ruidos y palmadas; y no obtuve respuesta alguna.

Mis discípulos me insistieron en entrar a las demás habitaciones a revisar, aunque en ese momento concordé con sus sugerencias, me detuvo el ruido de la puerta de entrada que se abría. Para mi júbilo quien ingresaba no era sino Lican y su sanadora, él corrió dando brincos hacia mí, moviéndose y ladrando de un lado a otro.

La señora, que con mi can llegaba, pronunció una gran sonrisa en el rostro y nos convidó unos alimentos frescos que trajo de fuera. Sabía que la señora era de un alma amable y humilde, sentí la bondad en ella. Sin pensarlo dos veces indiqué a mis hombres que nos retiraríamos rápido del lugar luego de terminar los alimentos. Di las gracias como pude a la joven dama y le di mi bendición nuevamente.

Avisé que Lican se había encariñado mucho con ella, pero bastó con una llamada para que él saliera del lugar conmigo. Una vez fuera de la residencia nos dirigimos al puesto de vigilancia más cercano. Curiosamente había dejado pasar un gran detalle de esta nueva tierra, y es que se encontraba habitado también por compatriotas míos desde ya hace tiempo atrás. Ese pensamiento no distrajo mucho mi mente y con ayuda de mis allegados me dirigí a mis aposentos.

Gracias a ti señor, el lugar de mi vivienda no se encontraba muy alejado del de aquella bendita señora. Pero ese día me dediqué completamente a mi labor y a informarme de todas las acciones que se habían realizado hasta el momento para poder propagar la palabra cuál gran plaga. Aunque me di con la gran sorpresa al enterarme que las cosas en aquel lugar eran más crudas de lo que yo esperaba …

brisa